Si los pensadores se ocuparan de lo mínimo, Henry Olaf AAset podría ser definido.
Quizas para Borges sería un hombre que encierra la clave de su destino en algunas letras de su apellido.
Para un Jauretche, simplemente sería un cipayo, en toda su abarcativa interpretación latinoamericana.
Vendepatria era, también, una palabra preferida por el pensador y polemista.
Pero el se vendió primero.
Cuando cambió sus escasas convicciones por una membresía al Club del Vino supo, que a quien se vende a sí mismo, poco debe importarle regalarle el petróleo a la British.
Solo es un paquete de la línea de producción Zannini, pero el escaso porcentaje intelectual y el alto tenor alcóholico lo hacen indigerible, hasta para paladares como los de Cacho Vázquez o Rudy Ulloa.
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